“De qué vive el hombre? ¿De comida?
¿Qué es lo que hace buena y bella una vida? ¿El sexo?
En el hambre y la libido se encuentra un nudo de relacionalidad, donde se elabora no solo el modo de situarse ante la realidad y los otros, sino también, ante Dios. Es un nudo dramático, donde no todo está resuelto desde el inicio, aunque en el inicio se recibe el don original que hará posible, dones mayores. La misma ambigüedad y tragedia del deseo nos hablará siempre de que el deseo no puede limitarse a la comida y al sexo.
No solo el de pan, no solo de sexo vive el hombre. Lo que hace buena y bella la vida es una palabra que acompaña a la comida y el sexo, una palabra que transmite un amor. Porque el pan y el sexo esconden una dinámica de plenitud, incluso de divinización. Desvelar esta dinámica es el objetivo de esta obra.
No solo a pan, ni solo a sexo, sino también al banquete y al matrimonio, esto es, formas de comunión personal que la comida y el sexo hacen posible. Incluso, a Dios.
Y con ello, aparece la liturgia cósmica. Así entendían los Padres de la Iglesia el canto de toda la creación. Les fascinaba el movimiento del cosmos: el sereno curso de los astros, el respiro impetuoso del viento, el constante fluir de los ríos, el rebotar maravilloso de la primavera, el continuo trajinar de los animales… ¿De dónde viene y a dónde va tanto movimiento? Calla y escucha. Y verás que todo este movimiento del cosmos canta cuál es su origen y cuál su destino. “Venimos de Dios y a Dios vamos”.
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